Es más sencillo inculcar hábitos durante la infancia que cambiarlos cuando eres adulto.
Si hablamos de alimentación, es importante analizar si los hábitos que ya has adquirido son saludables o no para poder cambiarlos o reforzarlos. Para ello, puedes hacer lo siguiente:
Haz una lista con todos los hábitos de alimentación que detectes en tu día a día, sean saludables o no. Léelos todos y subraya aquellos que consideras que no son saludables como comer sin hambre, comer demasiado rápido, comer de pie, saltarse comidas, etcétera.
Vuelve a leer los hábitos que has subrayado y piensa si hay algún factor que los desencadene. Haz una lista con los factores desencadenantes que te pueden llevar a caer en los malos hábitos que tienes adquiridos. Sustituye los malos hábitos con otros más saludables y ve cambiándose poco a poco. También hay que reforzar los hábitos que quieres mantener.
Y lo más importante: Ten paciencia contigo mismo, los hábitos se adquieren con el paso del tiempo, nunca de la noche a la mañana.
Puedes reflexionar sobre todos los hábitos que hay en tu vida, no solo los relacionados con la alimentación. En el ámbito familiar, es importante tener en cuenta que los más pequeños aprenden a relacionarse con la alimentación a partir de las costumbres que observan en el hogar, por eso debemos revisar y reflexionar sobre todo lo que ven, escuchan e imitan.
Inculcar nuevos hábitos de alimentación saludable en la infancia
Como comentábamos, lo mejor que podemos hacer es acostumbrar a los más pequeños a comer de forma saludable para que de mayores tengan interiorizados comportamientos que los llevarán a disfrutar de una alimentación más sana. Hay algunas pautas que pueden ayudar a que los niños y las niñas adquieran hábitos saludables en casa:
Comer todos juntos. Al menos durante una comida al día se debe establecer un momento familiar en torno a la alimentación. Comer toda la familia, sin prisas y hablando sobre cómo ha ido el día nos permite disfrutar de la comida, masticar lentamente y notar todos los sabores y texturas. Involucrarse en las tareas relacionadas con la comida. Implicar a los niños y niñas en todo el proceso de comidas les estimulará a la hora de descubrir nuevos alimentos. En función de la edad, pueden ayudar a preparar un menú, escoger recetas, decorar los platos, enseñarles a leer las etiquetas nutricionales, etcétera.
Actividades en familia. Preparar menús, hablar sobre los anuncios de alimentos que ven en la televisión, cocinar juntos… Son experiencias muy positivas que harán que los más pequeños tengan una buena relación con la comida.
Sustituir malos hábitos por otros más saludables
Con el paso del tiempo se va haciendo más complicado cambiar según qué hábitos, sobre todo si están muy arraigados, pero hay algunos trucos que te pueden ayudar a conseguirlo.
Identifica los hábitos que quieres cambiar. Sé consciente de aquellas cosas que quieres cambiar y escribilas en un papel. Será más fácil si es una lista reducida, de 4 o 5 cosas.
Revisa los propósitos y concretarlos. Como más específico sea el cambio, más fácil será llevarlo a cabo. No es lo mismo pensar en comer más fruta que decidir que cada día a media mañana comerás una fruta.
Establece un plan de acción. Debes buscar la manera de tener presente el nuevo hábito y saber cómo lo vas a cumplir. Por ejemplo, tener una manzana en la mesa de la oficina te puede ayudar a ser más consciente de que debes comerla a media mañana.
Reforzar bueno hábitos
Tan importante como adquirir nuevos buenos hábitos y sustituir los malos, es reforzar aquellos que vamos consiguiendo. Si te ayuda a estimularte, puedes darte un pequeño capricho cada vez que consideres que has integrado un nuevo hábito saludable en tu día a día.
Es esencial que tengas paciencia contigo mismo y que te permitas recaer de vez en cuando. Eso sí, analiza y reflexiona sobre los motivos que te han llevado hasta ese mal hábito para poder conocer la causa y ser capaz de sustituirlo por otro hábito más saludable.